todos los hombres

Seca, cortante, precisa, mate. Si hubiera sido la época hubiesen sacado una  miniserie; gracias a dios no lo era y quedó en peli larga. Magistral. Soberbia en su completitud. 

there will come a day



Aquí está el enlace para ver el extracto de la película con el ubicuo Bowie donde la doña se calza el tema junto a un repertorista.
Respecto al tema, que como no podía ser de otra forma no es un tema cualquiera, basta con seguir las miguitas por aquí.

Just a gigolo
Everywhere I go
People know the part I'm playing
Paid for every dance
Selling each romance
Every night some heart betraying

There will come a day
Youth will pass away
Then, what will they say about me?
When the end comes, I know
They'll say: "Just a gigolo!"
And life goes on without me

Just a gigolo
Everywhere I go
People know the part I'm playing
Selling every dance,
Selling each romance
Every night some heart betraying

There will come a day
Youth will go away
And what will they say about me?
When the end comes, I know
They'll say: "Just a gigolo!"
And life goes on without me

glamour con o

Hablaba con B. de esta serie y sólo había visto un capítulo, quizás dos. Se la refería y le exponía ya que tenía un pero para mí irresoluble, una tara que no creía que con el avance se enmendara. A veces sucede así, que algo está torcido desde el principio y uno lo detecta rápidamente. El enunciado de esa detección desde fuera puede sonar soberbio, por precoz, también ocurre. El exceso de ego es uno de esos excesos de lectura ambigua. El caso es que me queda un capítulo por ver para terminar la primera temporada y he decidido escribir acerca de ella sin acabarla: por lo de la soberbia, el ego y otros yoes.
Peaky Blinders llegué tras ver Taboo, pues comparten creador y escritor, el prolífico Steven Knight. Y con la citada comparte tuétano, devoción por la sustancia, a pesar de que esta tenga textura extraña y se halle en lugar recóndito. También comparte suciedad, clase obrera, sentinas, miserias y ambición, si bien una se desarrolla a principios del XVIII en Londres y la otra tras la primera guerra mundial en Birmingham. Pero lo que en aquel Londres era más o menos creíble, caracterización de Franca Potente de por medio, en este Birmingham es, sencillamente, un excedente de glamour, así, con o, porque aunque el término se haya castellanizado y sea aceptado por la RAE, el glamour es con o. ¿O acaso tiene glamour el glamur?
Sobra glamour en todo, absolutamente todo lo que destila esta producción: ni los Peaky era así, ni los pubs, ni las putas, ni los polis, ni los gitanos, ni las sombrereras, ni los italianos, ni las apuestas, ni Churchill -bueno, Winston sí: qué personaje; en las fotos que veo suyas de niño ya era un ser circunspecto y  pensante-. Falta miseria y sobra estilo, clase, elegancia. Por lo demás la serie posee un guion que funciona como un mero y simple vehículo para contar las andanzas de estos Peaky y lo que en torno a ellos se movía en la época, IRA incluido; una banda sonora superlativa, acertadísima; unos actores transidos por lo que antes contaba, el exceso de clase, pero con las bases del mundo británico, eso sí. Y un actor principal por los que los marcianos matarían junto con este otro. Hablando de actores, por cierto, a la doña no la soporto; ya me pasó en Penny Dreadful,  pero como allí hacía de mala malosa, quedaba hasta de parodia. Aquí no hay parodia que valga, y sus pómulos, sus cejas y su histrionismo me resultan cargantes; me gusta, eso sí y sólo, cuando se enfrenta a un hombre. Y a Arthur no lo conocía, pero ha resultado ser mi preferido; no por casualidad su biografía.
Por último, una guinda insuperable. Sin desvelar nada previamente, aquí y aquí. Cien por cien británico.

puta vieja

LA PUTA VIEJA

Nadie, nunca, me ha dicho te quiero.
Nunca mis oídos escucharon tales palabras
y nunca, a nadie, yo se las he dicho.
Soy puta. Soy vieja. Soy una puta vieja
que ha perdido hace tiempo la cuenta
de las sombras con las que me he acostado,
las camas en que me dejado la espalda
y las sábanas que se han confundido
con mi piel comprada de serpiente,
piel que ha cambiado cada noche
a lo largo y ancho de mi puta vida.
Nadie, nunca, me ha dicho te quiero.
Ni ese niño que tuve una noche de luna
y que me miraba a las mañanas
con sus preguntas llenas de legañas.
Nunca aquel niño me dijo te quiero.
Ni en las dulces tardes de cumpleaños
ni en los regalos del domingo, lejos de Montera,
lejos de las esquinas, de las aceras bañadas
de palabras susurradas y de precios negociados.
Me miraba, eso sí, a todas horas.
Me miraba mientras me dormía,
mientras el maquillaje de mi cara
se convertía en una careta de payaso
en la almohada de todos los días.
Esa almohada a la que me abrazo aún,
en la que siento, aún, el calor de un amor
que nunca tuve, que ya nunca tendré.
Soy una puta vieja llena de arrugas,
una puta sin memoria, sin recuerdos,
una puta sin pasado siquiera.
Los golpes de tantas palizas calladas,
los vómitos de tantas bocas borrachas,
los jadeos inventados y aquellos pocos
que me salieron de lo más hondo del alma,
todo eso lo he olvidado. Nunca. Las putas
no podemos permitirnos el lujo del pasado.
Y las putas viejas ni siquiera el del futuro.
Vamos recogiendo de las aceras las colillas
de carmín que van tirando las más jóvenes,
a medio fumar, a medio beber, a medio hablar.
Vamos recogiendo los clientes que rechazan
y con ellos llenamos las horas muertas,
estas inútiles horas entre esquinas y zaguanes.
Nadie, nunca, me dijo te quiero.
Me moriré cualquier día, cualquier noche.
Me moriré sola. Sola como he vivido.
Y nunca nadie me habrá dicho te quiero.
Nunca nadie habrá recordado mi verdadero
nombre al levantarse por la mañana,
con esa jaqueca absurda que dicen que es el amor,
esa droga que te recorre las sonrisas
y que te hace cantar canciones infantiles
mientras tus pies marcan el ritmo de los minutos.
Nadie nunca me habrá cogido una mano
y se la habrá acercado a los labios
con el solo deseo de sentir una mano,
unos dedos, un carmín colgado al final
de los brazos, de los pechos, de esa sombra
que se vuelve una ante el abrazo.
Nadie, nunca, me ha dicho te quiero.
Nadie se ha acercado al balcón de mis ojos
tan solo para sentirse reflejado
por un segundo, por una décima de segundo.
Reflejado en el espejo de mis ojos.
Billetes en la mesilla de noche, sí,
alguna que otra caricia perdida,
alguna que otra caricia de recluta virgen…
Pero nadie nunca me ha dicho te quiero.
Y la noche es larga. Y fría y larga.
Y silenciosa. Y solitaria y aburrida. Y larga.
Ya nadie se atreve a decirle a una puta vieja
te quiero.
Me llevaré a la tumba mis caricias vírgenes,
mis palabras de amor, mis promesas
y mis mentiras, las de todas las noches,
todas ellas vírgenes, todas inmaculadas,
todas aún con el papel de fiesta
y con la risa nerviosa de los cumpleaños,
de esa que es siempre la primera vez.
Nadie me ha dicho nunca te quiero.
Nadie. Nunca. Ni en sueños siquiera,
ni en los pocos sueños infantiles que recuerdo.
Pero, y eso sí que me lo ha dicho muchas veces
mi hijo –y en eso sí que le doy la razón:
¿A quién le importan las lágrimas de una puta vieja?
¿A quién sus lamentos y reproches?
Muero en una cama, sola, sin nadie
velando mis últimos suspiros.
Muero en una casa sin persianas ni velos,
viendo cómo los segundos son cada vez
más lentos, más y más lentos,
y cada vez me cuesta más respirar
y mantener abiertos estos ojos grises.
Y así, en el último suspiro,
bien puedo estar segura, ahora sí,
que nadie, nunca, me dijo te quiero.

José Manuel Lucía Mejías

la realidad cae mal, muy mal

La última columna de este pasado viernes en El País. Puro Millás, pura brillantez.

Déjeme ver

Ahora mismo hay miles o millones de personas en otros tantos probadores de grandes almacenes intentando encajar su cuerpo en unas prendas que seguramente no les quedan bien. Se contemplan en el espejo, tiran de aquí y de allá a ver si la cosa tiene arreglo mientras el traje viejo cuelga de una percha de la pared como una mortaja. Millones de personas encerradas en esa especie de ascensor inmóvil llamado probador se desabrochan la blusa o la camisa aquí o en Londres o en París, también en Nueva York o en Tokio, se desabrochan la camisa o la blusa, decíamos, con la expresión cansada del que, más que un trapo, parece que se prueba la realidad. La realidad, excepto para el que puede permitirse el lujo de hacérsela a medida, cae mal, muy mal. Hay millones de personas en todo el mundo quitándosela y poniéndosela desconsoladamente, al borde de las lágrimas. A veces, abandonas el probador con la realidad puesta y el vendedor te dice que ajustando un poco los hombros y acortando las mangas podría quedarte como un guante. Al final, por no volver a vestirte y desnudarte, pues ya estás agotado, te la llevas contra una tarjeta de crédito famélica y brotas desde los grandes almacenes a la noche porque los días, con el cambio de horario, no duran nada, nada. Te vienen cortos los días, como las mangas de la realidad, como la sisa del vestido. Hay gente que se hace los días a medida, pero tampoco es lo común porque salen muy caros. Juntando siete días de usar y tirar sale una semana barata durante la que los niños han pasado la gripe. El martes ingresaron a mamá en un pasillo del hospital porque no había habitaciones libres. Los pantalones me están bien, pero el mundo me hace un poco de daño aquí. Déjeme ver, dice el vendedor.

Juan José Millás

tesis de viernes, a.m.

tesis
Del lat. thesis, y este del gr. θέσις thésis.
1. f. Conclusión, proposición que se mantiene con razonamientos.
2. f. Opinión de alguien sobre algo.

cansino, na
De cansar.
1. adj. Dicho de un hombre o de un animal: Que tiene su capacidad de trabajo disminuida por el cansancio.
2. adj. Que por la lentitud y pesadez de los movimientos revela
cansancio.
3. adj. And. Cansado, pesado.

la cartografía de Jon

El bueno de Jon retrató así la presentación del libro el primer día de diciembre en el Coscorrón. Rezuma amor. Gracias. 

Las fiestas en El Coscorrón, normalmente, empiezan más tarde. De hecho, a las 21.00, los parroquianos del bar de Chule solemos estar macerando una excusa para el “me han liado” típico, y posterior, al tercer o el cuarto quinto de más.
Pero si Juan Bay nos lo pide, cambiamos las costumbres que sean menester. Porque un estreno de libro es aliciente suficiente para retrasar la cena, o en su defecto, saltársela. ¿no dicen que la poesía alimenta el alma? Pues eso, procedamos a investigar (una vez más) si es verdad, y con el consumo moderado de otras drogas blandas como el agua, el ego, el aire, el swing, el piano y la efervescencia, asistimos a una performance en el piso de arriba.

La crónica completa, aquí.

de vuelta al cine negro

Volví a ver cine en casa tras una temporada donde desarrollé una transitoria apatía. Volví por algo conocido que vi en su momento de estreno sin saber por aquel entonces quién era ese David, aunque su Seven ya la había visto. Volviendo sobre la adaptación de la chica del tatuaje me ratifico en aquello que pensé al salir de los Ideal de Madrid: es magnífica -tengo como referencia en esta ocasión todas las adaptaciones europeas que se hicieron (dignísimas) y los libros que las generaron-. De ahí pasé a Zodiac, desconocida para mí y excelente. Es un superdotado este David. No un genio, pero sí un superdotado. Y de ahí, y gracias a esto, a Klute, la estremecedora, inquietante y brillantísima obra de Alan, el de ascendencia polaco judía, que compone una pieza con momentos que sé que van a perdurar ya de por vida en mi retina cinematográfica. Jane está insuperable y sus encuentros con la terapeuta son un tratado de psico y sociología rodado primorosamente.Era 1971...







finest male films

El tipo hizo un viaje a N.Y. en el 74 y se hinchó a hacer fotos. Tenía 27 años y avidez en la mirada. También poesía. Murió demasiado pronto para lo que uno quisiera que duraran estos individuos.
La primera me llegó de mano amiga y es de ese viaje a N.Y. del que hablaba. La segunda es elección propia y no sé ni fecha ni título. Ambas me parecen una bestialidad.
Aquí hay otra toma con una ubicación del lugar y su identidad cronológica.





las fotos de Alec 80 años después

Aquí hay una galería fotográfica con la noticia de la publicación del libro, que imagino como una salvajada: un inglés -Alec Wainman- que se viene con 22 años de voluntario al bando republicano a conducir ambulancias en plena guerra civil española. Y que lleva una Leica.
Voy recuperando correos atrasados y de algunos de ellos salen tesoros.
Esta de aquí abajo parece ser la miliciana alemana Liesel Carritt, el 14 de septiembre de 1936.


media noche en el jardín

emascular.
Del lat. emasculăre.
1. tr. capar ( extirpar los órganos genitales).

chirlomirlo.
1. adj. Medio embriagado.
2. m. Cosa de poco alimento o sustancia.
3. m. Estribillo de cierto juego infantil.
4. m. Sal. tordo ( pájaro).

compensatoria de la incerteza

incerteza.
1. f. p. us. incertidumbre.

Hay relaciones que solo le vienen a uno a deshoras:

Object constancy is a term
Devised to indicate what a child requires
From days. Clean sheets are an example
Of something that, under many circumstances,
A person can control. The patterns moonlight makes

Are chancier (...)

Robert Hass

Por estas fechas, hace cinco años.

con aparato eléctrico



Un año después se marcharía, con 43. Sobre el tema y su génesis, aquí. Como siempre en estos casos: otro negociado.

Hoy en día, la mujer con la que más tiempo paso.
Se ha puesto a llover con aparato eléctrico.

DON'T EXPLAIN

Billie Holiday / Arthur Herzog Jr

Hush now, don't explain
Just say you'll remain
I'm glad your back, don't explain

Quiet, don't explain
What is there to gain
Skip that lipstick
Don't explain

You know that I love you
And what endures
All my thoughts of you
For I'm so completely yours

Cry to hear folks chatter
And I know you cheat
Right or wrong, don't matter
When you're with me, sweet

Hush now, don't explain
You're my joy and pain
My life's yours love

Don't explain

blow ill wind

"Ill Wind (You're Blowin' Me No Good)" is a song composed by Harold Arlen with lyrics by Ted Koehler.
It was written for their last show at the Cotton Club in 1934 and was sung by Adelaide Hall.


Lo que se fraguó con los que nacieron en el borde del siglo, ya lo he escrito muchas veces, fue de traca. Y lo del Harlem Renaissance, la mascletà.
La interpretación de Lonette en la película, más que digna, conforma una de las virguerías que más me gustaron de Francis en su Cotton Club, sentido homenaje a todos aquellos bicharracos, sus miserias y anhelos y el lumpen en el que nadaban, tanto los de arriba como los de abajo.







Blow ill wind, blow away
Let me rest today
You're blowin' me no good (no good)

Go ill wind, go away
Skies are oh so gray
around my neighborhood, and that's no good

You're only misleadin' the sunshine I'm needin'
Ain't that a shame
It's so hard to keep up with troubles that creep up
from out of nowhere, when love's to blame

So ill wind, blow away
Let me rest today
You're blowin' me no good (no good)

You're only misleadin' the sunshine I'm needin'
Ain't that a shame
It's so hard to keep up with troubles that creep up
from out of nowhere, when love's to blame

So ill wind, blow away
Let me rest today
You're blowin' me no good (no good)

Blow, ill wind, blow.

MMIL

Pues tanto Carlos, de manera más apasionada, como Yago, más analítica, lo han expuesto. Tan apabullante visualmente como alejada del concepto que todos añoramos.
Quizás duele menos porque era una derrota esperada.

gloriosa clarividencia

Estos días parece que Gloria vino a mí por vía interna y externa. Quién sabe qué mecanismos mueven qué hilos.
Lo primero me llegó de forma amorosa, quiero pensar. Lo segundo enlaza con la última entrada con ella y la conversación con Nch.

-¿Para qué sirve un poeta?
-El poeta tiene que ver con el verbo ver,
con el verbo sentir y con el verbo escribir.
El poeta sirve... como unas gafas,
para que veas, hijo mío, para que veas.

Sale caro ser poeta

Sale caro, señores, ser poeta.
La gente va y se acuesta tan tranquila
-que después del trabajo da buen sueño-.
Trabajo como esclavo llego a casa,
me siento ante la mesa sin cocina,
me pongo a meditar lo que sucede.
La duda me acribilla todo espanta ;
comienzo a ser comida por las sombras
las horas se me pasan sin bostezo
el dormir se me asusta se me huye
-escribiendo me da la madrugada-.
Y luego los amigos me organizan recitales,
a los que acudo y leo como tonta,
y la gente no sabe de esto nada.
Que me dejo la linfa en lo que escribo,
me caigo de la rama de la rima
asalto las trincheras de la angustia
me nombran su héroe los fantasmas,
me cuesta respirar cuando termino.
Sale caro señores ser poeta.

Gloria Fuertes

que Dios nos perdone

Yo vivía allí y veía lo que escribe Javier, lo que rueda Ruy. Por momentos pensé que la insania se había apoderado de mi mirada. Reconforta leer a Javier, volver a ver a Ruy y que la mirada, no dejando de ver, ya no ocasione los desperfectos que ocasionó.
Brutal y sucia; húmeda y hedionda.
Con fiebre, más.

Los grandes thrillers y el mejor cine negro siempre dicen más sobre la sociedad en la que se desenvuelven que sobre el caso en sí. Su complejidad y su genio residen en los subtextos y su radiografía social, nunca en la trama o la intriga. Los asesinos en serie, y en la magnífica Que Dios nos perdone lo hay, son productos de una época y un ambiente, y acaban conformando un retrato ético de un colectivo; aquí, de un tiempo de soledad y amargura, de violencia y cochambre, de inmundicia física y decrepitud moral. Que el criminal de la película mate y viole viejas solitarias en el centro de Madrid no es baladí, es un estado de la cuestión.
El retrato que Rodrigo Sorogoyen ha compuesto de la capital en la tan fascinante como atroz Que Dios nos perdone es descorazonador en lo social. Y muy real para cualquiera que haya vivido aquí y tenga un mínimo sentido de la observación. Una ciudad de desconchones y humedades, de papel pintado roído y persianas rotas, de mugre en las calles y en las entrañas, un universo de pecado que pulula desde el título hasta el interior de buena parte de los personajes.

Javier Ocaña.

cansinismo

Esta viñeta de El Roto aparece el El País de hoy:


Y estos extractos, en esta entrevista publicada en el semanal del pasado fin de semana. Aunque hablando de asuntos distintos, la base es la misma.

Pues aquí y ahora no parece estar muy de moda escuchar… No nos han enseñado a escuchar. En las escuelas hay cursos de cómo hablar en público, pero no de cómo escuchar. Hay conversaciones que consisten en que solo estamos esperando a que el otro acabe para soltar lo que ya teníamos preparado. Se establecen diálogos de besugos que hacen que la gente no se entienda.
(...) Yo sigo el Método Balint, que sirve para entender al otro porque no hay prisa, porque nadie juzga. Juzgar hace un daño terrible. Estamos juzgando todo el tiempo a todo el mundo, sin pruebas. Y dictamos sentencias, lo cual cierra ya toda posibilidad de seguir tratando de entender a esa persona.
Lo no dicho. A menudo, mucho más importante que lo dicho, ¿no? En un equipo de trabajo, lo peor es lo no dicho, eso sí que es complicado de gestionar. Todo lo dicho, por duro que sea, se puede gestionar.
Se diría que ocurre lo mismo en las rupturas amorosas. Exactamente. “Yo pensé, yo ya vi que, aquello no me gustó… Yo ya sabía que tú…”. ¿Y por qué no me lo decías? El peor regalo que le puedes hacer a tu pareja es no decir cómo te sientes y no escuchar cómo se siente. Es la base. Pero vivimos en una sociedad en la que mostrar tus sentimientos equivale a ser vulnerable. Y no es verdad, es ser más fuerte.

de coños



Ain't got the change of a nickel
Ain't got no bounce in my shoes
Ain't go no fancy to tickle
I ain't got nothing but the blues
Ain't got no coffee that's perking
Ain't got no winnings to lose
Ain't got a dream that is working
I ain't got nothing but the blues
When trumpets flare up
I keep my hair up
I just can't make it come down
Believe me peppie,
I can't get happy
Since my ever loving baby left town
Ain't got no rest in my slumbers
Ain't got no feelings to bruise
Ain't got no telephone numbers
I ain't got nothing but the blues

mariposas muertas

Dos perlas de Gloria, una de ellas de mano amiga.
Punzada en boca de estómago.

Interior con mariposa muerta en el sofá.

Oxidadas tengo las bisagras de mis ojos
de tanto llanto llano;
se me van empequeñeciendo estas niñas,
que ayer me miraban alegres
desde el fondo del espejo;


desde el fondo de la botella
me miran taciturnas
las pasadas horas felices.

¡No me basta el pasado!

¡No quiero que se pase!

Y el pasado me pisa y me posa
y al final me posee, como una amante religiosa.

También había un ángel inocente
saltando a la comba con una culebra.

Todo esto acabo de verlo
en el fondo del fondo
de la botella.

Y la de mano amiga:

Se bebe para olvidar una cosa
y se olvida todo menos esa cosa.

Gloria Fuertes

algunas veces


Algunas veces vuelo
y otras veces
me arrastro demasiado a ras del suelo,
algunas madrugadas me desvelo
y ando como un gato en celo
patrullando la ciudad
en busca de una gatita,
a esa hora maldita
en que los bares a punto están de cerrar,
cuando el alma necesita
un cuerpo que acariciar.
Algunas veces vivo
y otras veces
la vida se me va con lo que escribo;
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón;
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.
Algunas veces gano
y otras veces
pongo un circo y me crecen los enanos;
algunas veces doy con un gusano
en la fruta del manzano
prohibido del padre Adán;
o duermo y dejo la puerta
de mi habitación abierta
por si acaso se te ocurre regresar;
más raro fue aquel verano
que no paró de nevar.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.


la boda

Vuelvo a don Francisco, a Leocadia, a Rosarillo, al saturnismo, a las paredes de su quinta. Se me pasan las horas con él, sus circunstancias y su obra. Esta vez me asomo con detenimiento al cartón de un tapiz, antes de que la salud empezara a torcérsele. Es extraño el cartón: esos colores contando lo que cuenta; quizás esa era la gracia, el contraste entre la escena y  el amable contexto de fondo.
La visión que permite la página del museo de El Prado es una barbaridad.


There's really only one jazz singer—only one:

Qué bicharraco, por dios, en aquel Berlín del este aún sin abrir. Lo que hubiera dado por presenciarlo en directo.

once upon a summertime

Por hoy no será igual y no pondré la letra, tan ñoña y azucarada, tan almibarada como casi todas las letras de amor de estos clásicos. Tan certeras y afinadas bajo su capa de sacarosa.
Yo sé que me amaste once upon a time a summertime, creo que podría decir casi  todo el mundo. Y que robábamos besos en cada café. Y que eras dulce, tanto o más que las flores que veíamos abrirse por las mañanas. Y que llega el invierno, y que pasará, y que el verano volverá y un día como aquel, de nuevo en verano, me vendrán estos recuerdos. Yo lo sé.

Aún no amanece en las islas del Atlántico.

consternado

El espanto, de Juan José Millás, se publico en la columna de la contraportada de El país el viernes pasado. Me lo envió Rq a las 10 de la mañana de ese día. Yo lo leí unas 12 horas después donde trabajo. No daba crédito.

Léanme con piedad. No soy más que un pobre texto periodístico precipitándome en caída libre hacia el final de la hoja como por el hueco de un ascensor mal mantenido. Caigo y caigo desplegando, a modo de alas, adjetivos que suavicen el golpe, extendiendo oraciones subordinadas que actúen de colchón para las principales. Ni idea de si estoy ya en la cuarta, en la quinta o en la sexta línea porque dejé hace un rato de contar. Y no por falta de tiempo, porque el tiempo, en las situaciones límite, se estira de tal modo que nos permite observarlo todo a cámara lenta. De hecho, no veo el momento de alcanzar el final del primer párrafo, si el texto que les habla lo tuviera, para tomar un poco de aire en él. Los finales de párrafo son un respiro, un punto y aparte, casi como volver a empezar el descenso hacia la oscuridad del significado, cuando lo hay, o de la mera forma si el texto es muy experimental. Pero caigo y caigo, además de hacia el fondo, hacia el olvido. En el olvido, tarde o temprano, nos encontramos casi todos los textos como pedazos de automóviles en el desguace. Cuando los lectores te abandonan, se acelera la velocidad de la caída y aumenta la intensidad del pánico. Soy un texto sombrío, escrito a las tres de la madrugada por un tipo insomne que quizá tenga problemas económicos, o familiares, o mentales, no lo sé, los textos no sabemos nada de nuestros creadores como los hombres, pese a la Teología, no saben nada de Dios. Hay quien niega la autoría como hay quien niega a Dios. Pero el autor existe, puedo certificarlo, porque se desliza por el hueco del ascensor conmigo, abrazado a mí, lleno de espanto. A punto ya de rompernos la crisma contra el suelo, deja colgado el texto, me abandona, y regresa a la cama.



la 14 y la 15 de gracia

La retirada de la selección de Juan Carlos Navarro ha marcado las últimas horas de la competición. Es normal por el tremendo impacto que ha tenido en nuestro básket desde el fantástico campeonato del mundo junior ganado en Lisboa. Mucha admiración por un jugador sin un gran físico pero con una gran técnica y que fue capaz de marcar diferencias durante muchos años al máximo nivel. La gran generación del 80 —aunque parece que Pau aún no ha dicho su última palabra— está llegando al final del camino. Es ley de vida, como ha dicho el propio Navarro. Su impulso a nuestro baloncesto es muy grande y creo que va a servir para que los que vienen detrás, aunque con menos talento, sigan en una buena línea competitiva en el futuro. Sin ellos seguramente la selección será menos favorita. Entonces se verá todavía mejor el tremendo legado que deja la mejor generación de nuestra historia.

hasta hubiera trabajado

Buscaban rancheras, encontraron una y de ahí saltaron directamente a la calle del olvido, con ese entendimiento profundo de qué es un ranchera. Cantaban en una esquina del bar, mesa de madera desvencijada de por medio, cigarrillo en la mano queriendo encenderse y bebida sobre el tapete. Destilaban complicidad y dolor de heridas añosas, ingredientes imprescindibles para adentrarse en según qué mundos musicales.
Enrique era un devoto de las rancheras y en muchas de sus composiciones pop subyacen esas tonadas y esos contenidos. La publicaron en un álbum al que dio nombre en el 89, con Enrique con 29 años.
Por momentos tuve la sensación de que me estaban dando la banda sonora de mis últimos días. El alcohol y la emoción es lo que tienen, pienso hoy, sereno.
En fin, K., que me alegro mucho de haberte acompañado en tu aniversario de medio siglo. No es asunto baladí.








Ahora que todo acabó y que el tiempo te ha vencido, 
y tu amigo te dejó dices que cuentas conmigo. 

Como tienes el valor, yo que siempre me he dolido 
de recordar lo que fue y lo que pudo haber sido. 

Por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía, 
cada una en una acera por las cosas de la vida. 

Por la calle del olvido donde nunca brilla el día, 
condenados a una noche tan oscura como fría. 

No sabes lo que luché para no soñar contigo 
y no quieres entender que por fin lo he conseguido. 

Yo estaba dispuesto a todo para tenerte conmigo 
hasta hubiera trabajado, y te fuiste con mi amigo. 

Por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía, 
cada una en una acera por las cosas de la vida. 

Por la calle del olvido donde nunca brilla el día, 
condenados a una noche tan oscura como fría.

tornados

Ni hecho aposta el camino de los adoquines amarillos. El jueves pasado en el Doré, con quien debía de ser para la circularidad, mientras otras siguen su curso en la ciudad que me vio nacer. 
Más allá de la psicotropía lo de Frank Baum, Fleming y compañía. Judy ya me dolía a sus diez y algo.
No es de extrañar lo de la quinta
Abrumado por los tornados.


se nos fue el de Utrera



Se me va 
este amor que he ido amasando
con mis manos se me va
Se me va
lo que tanto tiempo yo he querido tanto 
se me va.

No hay razon 
que yo pierda en un momento
lo que tanto me costó
no hay razón
que se vaya de mis manos 
y en un soplo tanto amor.

Y se me va 
como el agua que se escurre entre mis manos
se me va
como el aire que no puedo sujetarlo
como el tiempo que implacable va pasando
como el humo tu cariño se me va

Se me va 
y no puedo ya luchar por retenerlo
este amor que en realidad se ha ido muriendo
y por eso de mis manos se me va

Donde irán 
esos días de alegría que pasamos donde irán
donde irán
esas miles de caricias que inventamos 
donde irán

Yo lo se
que en la vida nunca hay nada para siempre
ahora lo se
pero fue tan bonito así quererte
que ahora me cuesta perder.

elija no

Instrucción 4

Dígale adiós en un aeropuerto (o en una estación de tren, o de autobuses). Después, camine hacia la salida y no se dé vuelta. Repase los últimos rastros de su olor en la memoria (recuerde el último beso). Pregúntese si ella se habrá dado vuelta. Dese vuelta. Vea cómo ella ya ha desaparecido. Camine hacia la salida. Sienta una opresión en el pecho. Piense: “Si esto fuera una película, yo debería correr hacia ella y ella debería estar corriendo hacia mí”. Siga caminando; esto no es una película y usted no tiene tiempo que perder: debe empezar a sufrir. Sufra. Diga: “Hola, aquí está el dolor”. Diga: “Hola, bienvenido dolor”. Sepa que sentirá eso durante mucho tiempo. Pregúntese si va a soportarlo. No encuentre respuesta. Camine hacia la calle. Encienda un cigarrillo. Sienta náuseas. Piense: “El tiempo pasó demasiado rápido”. Sienta que sería capaz de recordar todos los días que pasaron juntos, hora tras hora. No lo haga: déjelo para después, para cuando su ausencia se vuelva insoportable. Camine hasta el auto. Meta la llave en la cerradura. Abra la puerta. Piense: “Hace media hora estábamos aquí”. Respire el aire de la cabina. Mire el asiento trasero, donde hasta hace poco estaba la valija. Sienta cómo cada poro de su cuerpo se abre como una boca llagada. Pregúntese qué estará haciendo ella ahora. Pregúntese si pensará en usted. Pregúntese cuándo va a volver a verla. Pregúntese si volverá a verla. Suba al auto. Ponga el auto en marcha. Salga del estacionamiento. Respire. Mírese en el espejo retrovisor. No se reconozca. Piense: “Ese no soy yo”. Diga en voz alta: “Te necesito”. Diga en voz alta: “Te extraño”. Maldígase. Sienta que nada tiene sentido y que no lo tendrá por mucho tiempo. Piense en morir. Elija no morir. Siga adelante.


Leila Guerriero

una cuarta por ser parroquia extraña

cuarta funeral
1. f. Derecho que tiene la parroquia a una parte de todas las
obvenciones y emolumentos del funeral y misas de un feligrés
suyocelebrados en iglesia extraña.

obvención
Del lat. obventio, -ōnis 'ganancia, lucro'.
1. f. Utilidad, fija o eventual, además del sueldo que se disfruta. U. m. en pl.

emolumento
Del lat. emolumentum 'utilidad', 'retribución'.
1. m. Remuneración adicional que corresponde a un cargo o empleo. U. m. en pl.