improbable Michael

Carlos lo expresa muy bien, lo de la improbabilidad. A mí me gustó el clima de asfixia existencial del protagonista, efectivamente con un problema de credibilidad, como apunta el citado. Me gustó la colección de miserias humanas, la familia como baluarte, la charla del padre con el hijo en el coche. Pero sobre todo me hipnotizaron los secundarios, de nuevo. Ese Arthur, maravillosa regadera incendiaria; y ese Marty, al que no sé cómo describir, quizás sólo como el posibilismo ilustrado. La trama, nada nuevo bajo el sol. La forma de contarla, interesante, con un ligero despiste inicial. La volveré a ver. Hay momentos de verdadero gozo secundario.