Tiresias Blanche

A Evelyn Waugh parece ser que no le gustaban mucho las modernidades. No me extraña, pues de lo clásico debía poseer una cultura ingente y ya se sabe lo que ocurre con las innovaciones. Sin embargo, Evelyn sucumbió ante T. S. Eliot y su tierra baldía y en Brideshead Revisited (1945), al poco de comenzar, no puede sino, por boca de Anthony Blanche, traer unas líneas del citado poema, en concreto los versos del 235 al 248 de  ‘The Fire Sermon’. En esta página hay una estupenda aproximación a los versos del extracto usado, si bien creo que hay que acercarse al Sermón casi entero para tener una mínima noción del asunto. Así que aquí va un extracto más amplio del Sermón del fuego, con una traducción de Manuel Núñez Nava. Para las notas del propio Eliot, aquí, con especial alusión a Tiresias. ¿Se vería a sí mismo Anthony como un Tiresias, en realidad?

A la hora violeta, la hora vespertina que nos lleva           220
A casa y devuelve el marino al hogar,
En casa, a la hora del té, la mecanógrafa levanta la mesa 
    del desayuno, enciende 
Su estufa y saca alimentos enlatados. 
Los últimos rayos del sol tocan sus combinaciones, Peligrosamente puestas a secar en la ventana, 
Apiladas sobre el diván (que es, de noche, su cama) 
Medias, pantuflas, camisolas y sostenes. 
Yo, Tiresias, anciano de ubres arrugadas 
Percibí la escena, y predije el resto— 
Yo también aguardaba al huésped esperado.                  230 
Él, el joven carbunculoso, llega, 
Secretario de una pequeña casa comercial, de altanera
    mirada, 
Uno de esos patanes a quienes les sienta la arrogancia 
Como un sombrero de seda a un millonario de Bradford.
Ahora el tiempo es propicio y, como él imagina, 
La cena ha terminado y ella está cansada y aburrida. 
Él empieza a excitarla con caricias 
No deseadas, si bien irreprochables. 
Decidido y ardiente, él la asalta enseguida
Y sus manos la exploran sin hallar resistencia;   240 
Su vanidad no requiere respuesta,
Y se alegra de la indiferencia.
(Y yo, Tiresias, he consentido todo
Lo ocurrido en este mismo diván o cama;
Yo, que en Tebas estuve sentado junto al muro
Y entre los muertos más inferiores caminé.) 
Él le envía un último beso con aire protector
Y baja a tientas por la escalera sin luz... 

Ella se vuelve a mirar un momento en el espejo, 
Casi olvidando a su amante, que ha partido;                   250 
Su cerebro consiente un brumoso pensamiento:
Bien. Eso está hecho ahora. Me alegro de que haya
    terminado.’ 
Cuando una mujer hermosa se entrega a esas locuras y
Vuelve a pasearse por su cuarto, sola, 
Se alisa los cabellos de manera automática,
Y pone un disco en el gramófono. 

Y aquí el original:

At the violet hour, the evening hour that strives
Homeward, and brings the sailor home from sea,
The typist home at teatime, clears her breakfast, lights
Her stove, and lays out food in tins.
Out of the window perilously spread
Her drying combinations touched by the sun's last rays,
On the divan are piled (at night her bed)
Stockings, slipppers, camisoles, and stays.
I Tiresias, old man with wrinkled dugs
Percieved the scene, and foretold the rest-
I too awaited the expected guest.
He, the young man carbuncular, arrives,
A small house agent's clerk, with one bold stare,
One of the low on whom assurance sits
As a silk hat on a Bradfordd millionaire.
The time is now propritious, as he guesses,
The meal is ended, she is bored and tired,
Endeavours to engage her in caresses
Which still are unreproved, if undesired.
Flushed and decided, he assaults at once;
Exploring hands encounter no defence;
His vanity requires no response,
And makes a welcome of indifference.
(And I Tiresias have foresufffered all
Enacted on this same divan or bed;
I who have sat by Thebes below the wall
And walked among the lowest of the dead.)
Bestows one final patronising kiss,
And gropes his way, finding the stairs unlit...

She turns and looks a moment in the glass,
Hardly aware of her departed lover;
Her brain allows one half-formed thought to pass:
'Well now that's done: and I'm glad it's over.'
When lovely woman stoops to folly and
Paces about the room again, alone,
She smoothes her hair with an automatic hand,
And puts a record on the gramophone.

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