pensamientos automáticos mientras uno se dirige en coche de Alicante a Madrid

Hacia la autopista

No adoptas el rechazo ni el desprecio o la ira inconsecuente/ como otros muchos hacen todavía/ si te ves rodeado cortejado seguido a cada rato/ por una multitud de objetos y de nombres/ que surgen y que imponen su estricta y cegadora/ realidad en todas partes ahora mismo/ y te hacen ver un mundo como el largo barrido o la secuencia/ de amplios escaparates excitantes/ parecidos a tiendas de ortopedia y tan complejos/ como catálogo de agrimensor/ porque tú sabes que los utensilios y palabras que lanzan/ de continuo almacenes y fábricas y T.V./ luego de señorear las calles y antenas y carteles/ escalando y brillando en anuncios de neón/ han llegado a tu casa como el repartidor de los periódicos/ están en tu cocina o en el baño/ en tu memoria en tu conversación y en la de tus amigos/ en los bares y el sueño/ son parte de ti mismo tal tu pelo o tu nombre/ o aquel pantalón viejo que prefieres/ son savia de tu tiempo y forman la cultura apresurada/ de un deslumbrante código de signos/ que dentro de mil años diferirá muy poco oh eruditos/ del que usó el hombre auriñaciense o griego/ tan fugaz como ellos pero también hermoso y expresivo/ y artificial y lleno de barbarie./ Así otra vez dejas tu cuarto pues y desayunas/ y procuras silbar y sonreír/ y caminas cuidando no pisar en las juntas del bordillo/ y bajas a saltitos la escalera del metro/ que con su vaho te lleva a la gran explanada de los aparcamientos/ a la ilusión que es tu ataúd coupé/ y ya estás al volante y empiezas sorteado varios pasos/ y vas hacia la cálida autopista/ que te ofrece su amor y los emblemas y rostros y dibujos/ de las marcas que usas o conoces/ y has prendido la radio y pisas ahora a fondo pues que sientes/ el aire y la dulzura del otoño/ mientras los postes de la luz y los arcenes se abren/ delante del motor y continúan/ y ciñes una curva y adelantas bellísimos camiones/ hecho un objeto tú a ciento setenta/ y piensas simplemente que algún día los nietos o biznietos/ que han de sobrevivirte los cabrones/ patinarán sobre este mismo asfalto y treparán a las gasolineras/ y alguno tal vez crea que fuimos unos tipos divertidos.

José Agustín Goytisolo